Cambiar los hábitos alimenticios, incorporar el ejercicio a la rutina diaria y aprender a hidratarse pueden ser pequeños cambios que hacen grandes diferencias en el manejo de la sintomatología en personas con disautonomía.
Las disautonomías, al ser condiciones crónicas no tienen cura, sin embargo, existen estrategias para compensar los síntomas, además del uso de fármacos. Las personas que viven con disautonomía a menudo experimentan mareos, taquicardia y fatiga. Los especialistas recomiendan hacer ajustes acompañados de kinesiólogos y nutricionistas para mejorar la calidad de vida y tener una mejor tolerancia ante crisis disautonómicas.
Al ser una condición que afecta significativamente el equilibrio interno del organismo, desencadenando problemas no solo neurológicos o cardiovasculares, sino también digestivos, la disautonomía debe tratarse de forma integral y personalizada dependiendo de cada paciente.
Bajo esta línea, Ximena Gómez, nutricionista y paciente con disautonomía, explica que las pautas alimenticias deben ser únicas para cada paciente y que en medicina se suele cometer el error de indicarle a las personas que beban dos litros de agua al día y mucha sal.
“No podemos pedirle a una persona con disautonomía que mide un metro ochenta y pesa ochenta kilos que tome la misma cantidad de agua que una persona que mide un metro cincuenta y pesa cuarenta kilos”, comenta.
Según la nutricionista, la hidratación se vuelve difícil para algunos pacientes, ya que al beber mucha agua se marean e incluso llegan a vomitar. “Lo que hacemos es dosificar el consumo de agua y sal, por ejemplo, en la mañana tomar medio litro, luego después de almuerzo, y por último en la tarde. Lo mismo con la sal, algunos pacientes no llegan a su consumo diario, por eso se les indica incluir electrolitos”, agrega.
Por otro lado, los pacientes pueden experimentar mucho malestar después de una comida abundante. Sobre esto, la especialista señala que se produce porque el estómago, para realizar el proceso de digestión, pide sangre a las extremidades.
Durante este proceso, una persona que no tiene disautonomía suele experimentar un poco de sueño, especialmente post-almuerzo. “Alguien con disautonomía no logra manejar ese movimiento de sangre de buena manera y pierde sangre en las extremidades y en la cabeza, entonces vienen los síntomas como taquicardia, mareos e incluso hay gente que se desmaya después de comer”, comenta.
La estrategia que se utiliza es adoptar el hábito de elegir alimentos de buena calidad y reducir al máximo el consumo de azúcar. Gómez, además, le recomienda a sus pacientes escoger cereales integrales, como arroz integral o quínoa, ya que son de absorción lenta y ayudan a evitar la descompensación producto de la digestión.
El papel del ejercicio en el tratamiento de las disautonomías
La actividad física es clave para mejorar los síntomas de una persona con disautonomía, y a los pacientes se les suele indicar que realicen sesiones de kinesiología para lograr una rehabilitación cardíaca y también ganar masa muscular.
La función de la rehabilitación cardíaca, según la nutricionista, es “que el corazón aprenda a no sobresaltarse cuando se está moviendo, para minimizar la taquicardia o los desmayos y generar una mayor tolerancia al ejercicio”, comenta.
Lo ideal es que las personas comiencen de a poco incorporando el ejercicio en el día a día, de la mano de kinesiólogos. Posteriormente, al lograr tolerancia a la actividad física, se recomienda seguir una planificación con un preparador físico que tenga experiencia en personas con disautonomía, ya que ganar masa muscular es clave para compensar los síntomas de mejor forma.