Aunque es una enfermedad poco frecuente, la disautonomía afecta funciones esenciales del cuerpo reguladas por el sistema nervioso autónomo. La combinación de síntomas complejos, diagnóstico difícil y escasa preparación médica agrava su impacto, donde incluso no se tiene total claridad sobre cuál área de la salud es la más indicada para su tratamiento.
En marzo de este año se dio a conocer la noticia de que una exjefa del departamento de asesoría técnica regional de Valparaíso de la PDI, acusó haber sido desvinculada de sus funciones por tener el diagnóstico de disautonomía. Aunque el caso expuso una situación de discriminación laboral, también evidenció una arista invisible de esta condición: cómo esta puede afectar funciones del cuerpo y pasar desapercibida ante los demás.
La disautonomía es un trastorno del sistema nervioso autónomo (SNA) que afecta la regulación de funciones involuntarias como la presión arterial, la frecuencia cardíaca, la digestión y la temperatura corporal.
Esta condición, que abarca diversas formas como la disautonomía familiar, el síndrome de taquicardia postural ortostática (POTS) y la atrofia multisistémica, tiene un fuerte impacto en la calidad de vida de quienes la padecen.
Desde la perspectiva de la cardiología y la neurología, la disautonomía se manifiesta con síntomas que afectan significativamente el equilibrio interno del organismo.
El impacto cardiovascular y neurológico
Desde la cardiología esta condición puede desencadenar alteraciones en la presión arterial y la frecuencia cardíaca. La cardióloga especializada en disautonomía Leonor Villalba explica que uno de los síntomas más comunes de las disautonomías es la hipotensión ortostática, es decir “una caída abrupta de la presión arterial al ponerse de pie, lo que provoca mareos, desmayos y fatiga extrema”
Por otro lado, el síndrome de taquicardia postural ortostática (POTS) es otra manifestación frecuente de las disautonomías. Se caracteriza por un aumento excesivo de la frecuencia cardíaca al estar de pie, lo que genera palpitaciones, fatiga crónica e intolerancia al ejercicio. Según explica la doctora, este fenómeno se debe a una disfunción en la regulación del tono vascular y una respuesta exagerada del sistema simpático.
Sin embargo, el tipo más frecuente es la intolerancia ortostática, la cual engloba los otros dos síntomas mencionados ya que no son excluyentes uno con otro, además de estos no ser los únicos síntomas que se podrían presentar, ya que el sistema nervioso autónomo funciona por todo el cuerpo.
“Yo creo que esto es algo que sí se debe tratar desde una mirada multidisciplinaria. El sistema nervioso autónomo tiene ramificaciones por todo el cuerpo y no necesariamente será a nivel arterial o cardiaco en el que pueden haber fallas. Por ejemplo también puede ocurrir en el sistema gastrointestinal o el sistema urinario, por mencionar algunos”, explica la doctora.
Desde el ámbito neurológico, la disautonomía afecta la comunicación entre el sistema nervioso central y periférico, alterando la regulación de funciones esenciales, pero que, a pesar de sufrir este error de comunicación a nivel neurológico es muy poco probable que la sintomatología provenga de ahí según explica el neurólogo especialista en sistema nervioso autónomo Gastón Duissailant.
“Los pacientes con frecuencia van al neurólogo. Y la verdad es que esto no tiene mucho que ver con la neurología. Por ejemplo, la pérdida de consciencia se produce por la baja brusca de la presión arterial. Y al bajar bruscamente la presión arterial, falta riego sanguíneo hacia la zona del tronco cerebral, que es donde se mantiene el sistema de vigilia y eso se apaga. Todo eso tiene que ver netamente con la cardiología”, explica el neurólogo, lo que contradice lo señalado por Leonor Villalba y explicaría uno de los motivos de la gran dificultad para llegar a un diagnóstico correcto.
Otro aspecto clave es la dificultad para regular la respuesta al estrés. Las personas con disautonomía experimentan niveles alterados de adrenalina y noradrenalina, lo que contribuye a la ansiedad, el insomnio y episodios de fatiga extrema. Además, la falta de oxigenación adecuada en el cerebro debido a problemas circulatorios puede provocar niebla mental, dificultades cognitivas y alteraciones en la memoria.
Un trastorno con poca visibilidad y grandes desafíos médicos
A pesar de su impacto en múltiples sistemas del organismo, la disautonomía sigue siendo un trastorno poco reconocido y de difícil diagnóstico. Muchas veces, los pacientes deben consultar con varios especialistas antes de recibir una evaluación adecuada, siendo los costos y la escasez de especialistas los que agudizan aún más la situación.
“En Chile tenemos un déficit de cardiólogos en el sistema público. O sea, las listas de espera para una consulta cardiológica en el sistema de salud en Chile son tremendamente largas. Yo que me desempeño en los dos sistemas, tanto el público como en el privado, sé que hasta en el hospital clínico cuesta mucho conseguir una hora de cardiólogo”, explica Dussailnt.
El tratamiento se centra en el manejo de los síntomas, con medidas como el aumento de la ingesta de líquidos y sal, el uso de medias de compresión y medicamentos que regulen la presión arterial y la frecuencia cardíaca. En el ámbito neurológico, la fisioterapia y la regulación del sueño pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Especialistas en cardiología y neurología insisten en la necesidad de una mayor investigación y conciencia sobre la disautonomía, ya que su desconocimiento dificulta el acceso a tratamientos oportunos, pero también a la importancia de que a aquellos pacientes que se les logre un diagnóstico sean responsables con su autocuidado y controlen su situación constantemente.